Intercediendo por otros
Dos veces, en estos últimos días, me he encontrado con el pasaje de 2 Reyes, capítulo 5, que involucra nada menos que a un general que estaba al servicio del rey de Siria y a una niña israelita, que había sido llevada cautiva por los sirios y puesta al servicio de la esposa del general. Dos personas que no tienen nada en común. Nada. Ni creencias, ni posición social, ni edad... Bueno, pienso que sí hay dos buenos ingredientes: la humildad y disposición a la obediencia. En ambos. Eso lo podemos percibir mientras nuestros ojos recorren las líneas que relatan los hechos.
Y una fe genuina en el poder de su Dios, por parte de esta muchacha, quien a pesar de sus circunstancias no se detiene en lo mal que está, no guarda ningún rencor por aquellos que la habían sacado de su país, de su casa, de sus costumbres. La habían despojado de lo mejor en este mundo, pero no de su herencia eterna. No; esa estaba garantizada, ella lo sabía. Y eso hace vencer incluso los miedos y te da una valentía que asombra, así lo detectamos en esta muchacha. No se mira a sí misma, mira a los demás, tiene claro el concepto de projimidad. Seguro tiene claro todo lo que le ha repetido su familia por mandato del Dios de Israel. Sabía que no estaba allí por casualidad, que su Dios era un Dios poderoso y justo. Y fiel. Y ella se torna humilde y mansa. Sabe que Dios se fija también en los humildes. Siente misericordia por ese hombre que lo tiene todo, pero le falta algo para ser completo. Ella no ve su grandeza ni posición, ni sus hechos; sólo ve los propósitos de su Dios. Que Él responde en todos los lugares, aunque no sea en su querido país: Israel. Él es el que conoce el final de su historia, y es un final glorioso. De placer eterno.
Y perdona. Y le da a Naamán, el causante de su exilio involuntario, una propuesta de solución para su estado precario. Y aun en Naamán, vemos que también hay algo que destacar, y es su humildad, pienso. Se digna a oír a una niña, judía y esclava. Empieza a verlo todo con otros ojos. Tanto él como su esposa no se dejan llevar por el orgullo de una posición esporádica. Me admira este gesto. Hoy lo veo tan difícil como ayer. Nadie escucha con facilidad. Todo es relativo y no hay lugar para lo absoluto. No hay lugar para Dios. Hay muchos ídolos rodando por los campos. Alguien ha dicho que hoy por hoy Europa es el continente oscuro en cuanto a la fe en un Dios vivo y verdadero como el nuestro. Me pregunto si seremos capaces de dar testimonio como esta niña, con su valentía y firmeza en lo que no se ve.
¿Encontraremos a personas como Naamán capaces de dar importancia a lo que decimos? Pienso que debo revisar el testimonio que estoy dando a los que me rodean; a los de mi casa, a los de la puerta del frente. Al de la carnicería de mi pueblo. A Noelia, mi peluquera de Tejares. A mis hermanos en la iglesia. Sé que podemos alejar del rebaño del Señor a nuestros propios hermanos y amigos con nuestras actitudes y palabras. Nos podemos convertir en jueces despiadados. Podemos encontrarnos pidiendo cabezas como Herodías o lanzar una cruzada terrible como Jezabel contra Elías. Y arrastramos a las Salomés y Atalías y Ocozías con nosotros. Que el señor nos guarde de todo estos males.
Señor: Danos la humildad, la valentía espiritual y la confianza total en ti como la de esta muchacha. Que si tenemos que perseguir algo, sea el modelaje inspirado en tu Hijo, el que se sacrificó por amor a nosotros. Que si tenemos que perseverar, sea por ser imparables en hablarle a otros de ti. Darles las Buenas Noticias. Pues ¡Cuán hermosos son sobre los montes los pies del que trae alegres nuevas del que anuncia la paz, del que trae nuevas del bien, del que publica salvación, del que dice a Sión: ¡Tu Dios reina! (Isaías 52:7).
¡Sí, nuestro Dios reina hoy!
Yaque
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