jueves, 12 de mayo de 2011

PARA MEDITAR

Silencio...

El silencio flotaba en el aire, un silencio que ligeramente se notaba. Él era azotado, maldecido, mas Él por amor callaba.

Qué decir cuando Él sabía que sufrir tal tormento era para salvación, salvación hacia el mundo que sufría tormento de perdición; y si por amor callaba, con ello al mundo mostraba que en el silencio existía el querer que su agonía sirviera, ¡qué contradicción! Para salvar a quien le hería tan brutalmente, tan solo por la ignorancia de no saber que a quien maltrataban era al mismísimo Dios que en su silencio mostraba la plenitud de su gran amor.

¿Por qué callaba cuando con su poder podía evitar la cruz? ¿Por qué el silencio? ¿Por qué no se oyó su voz? Dicen que "el que calla otorga”; qué generoso otorgó Aquel que con su silencio, siendo el poderoso Dios calló, calló cuando le escupían, calló cuando le injuriaban, calló si le maldecían, y calló cuando le clavaban. ¡Su silencio fue de amor! Mas Él también habló implorando al Padre por el perdón de aquellos que le injuriaban, que somos tú, aquél y yo; allí, en aquel momento, su silencio se rompió, pues si por amor callaba, también por amor habló.

“Dios habiendo hablado… en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo”.
“Enmudeció y no abrió su boca”.

Si por amor a nosotros Él su boca enmudeció, no nos callemos, rompamos así el silencio y proclamemos su amor.

Gloria Sánchez










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